El señor Lucio vivía solo, y esa soledad le pesaba mucho.
Una mañana, paseando , vio una tienda de mascotas , y se quedó pasmado en el escaparate observando los acuarios, pájaros como los periquitos, pequeños roedores como las cobayas y hámsters , aceitera, aceitera.
Le llamó la atención un enorme loro de vistosas plumas que desde el interior le miraba con sus ojillos tiernos , el pico curvado, sus garras prensiles balanceándose en el palo de la jaula , y esa la intensa coloración de su plumaje arco iris.
Pensó Lucio que si ese loro supiese hablar podría hacerle compañía en las largas y tediosas tardes de invierno...
- Perdone- preguntó al dependiente - ¿cómo se llama el loro?
- El loro se llama Allavorens.
- Y ...una pregunta le quiero yo hacer a usted: ¿habla Allavorens?
- Hablar, lo que se dice hablar , no habla, pero sabe decir "¿quién eeeesss?".
- ¿Cómo?
- Pregúntele usted mismo.
- ¿Allavorens?- le preguntó don Lucio.
- ¿Quién eeesss?- contestó Allavorens con voz dulce de anciana?
- ¡Coño!- exclamó don Lucio.
- Hombre- replicó el dependiente- digo yo que si sabe decir "¿quién es?", con ensayos y mucha repetición sabrá hablar más suelto.
Y así fue como Don Lucio y Allavorens se encontraron en sus vidas.
Durante meses y meses, años y años, a diario, intentaba don Lucio que el loro aprendiese nuevas palabras. Pero no había manera.
- A ver , Allavorens, di "¡hola Lucio", "hola Lucio!".
- ¿Quién eeesss?- repetía Allavorens
- Que noooo...a ver ¡hola Lucío!- se desesperaba el dueño.
- ¿Quién eeesss?- repetía la cotorra.
Tanto fue así que, desesperado, don Lucio cejó en el empeño de enseñar palabras nuevas a Allavorens.
Una mañana , don Lucio salió de casa y dejó al narigudo en el salón, dentro de la jaula.
Esa misma mañana llegó el cartero al piso de nuestro hombre con una carta certificada.
Llamó al timbre:
- ¿Quién eeesss?- contestó una voz dulce y cercana.
- Soy el cartero- respondió el hombre de Correos.
Silencio...
Vuelve a llamar al timbre:
- ¿Quién eeesss?- repite en tono suave y agradable Allavorens.
- Soy el cartero, señora.
Silencio. El hombre mira las señas de la carta, mira el piso...sí, es correcto.
Vuelve a llamar, pero esta vez dos veces:
- ¿Quién eeesss?.
- ¡Señora!, ¡¡¡soy el cartero, el carteroooo!, vengo con una carta certificada.
Silencio.
El hombre no da crédito a lo que está sucediendo.
Llama cuatro veces , cinco, seis, por si acaso:
- ¿Quién eeesss?
- SOY EL CARTERO, COJONES, EL CARTEROOOO, POR FAVOR, ABRA LA PUERTA, LLEVO UNA CARTA CERTIFICADA
Silencio.
¡Esto es más de lo que un cartero puede hacer!
Llama ocho, nueve, diez, veinte veces. Enloquece:
- ¿Quién eeesss?
- SOY EL PUTO CARTERO DE MIERDA, SÍÍÍÍÍ , YO SOY ÉSE, ABRA COÑO, ABRA VIEJA DE MIERDAAAAA
Aporrea la puerta, patalea , se abre paso a codazos, comienza a astillarse . La rompe. Entra:
- ¡¡¡SOY EL CARTERO, Y AQUÍ ESTOY, SÍÍÍ, CON DOS COJONES!!!...¿QUÉ PASA, DÓNDE ESTA LA VIEJA , COÑO!
Y en ese instante, ve a Allavorens en su jaula. El loro mira al cartero, el cartero mira al loro.El cartero, sudoroso, jadeante, sienta un fuerte dolor en el pecho...y muere.
Horas después , llega a casa don Lucio.
Al salir del ascensor observa que la puerta de su casa está destrozada. Entra sigilosamente y ve a Allavorens, y debajo de la jaula , un hombre despatarrado con el uniforme de correos.
- ¿Quién es?- pregunta don Lucio.
- ¡EL CARTERO !- contesta Allavorens.
Entonces,¡era el loro el que trataba de enseñar a los hombres a decir "¿Quién es?"!
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