El río de la vida,ése que dice Heráclito en el que nadie se baña dos veces , está formado por todas las fotografías que se guardan de nosotros.
Hace unos días me envió un antiguo alumno instantáneas de hace años. Son los demás,normalmente, quienes ven en nosotros el paso del tiempo, pero observar estas fotos ha sido como subir al puente que cruza mi río, y echar un vistazo a parte de de mi biografía.
Me gusta mirar los álbumes de fotos familiares cuando voy a casa de mis padres.
Veo mi propia imagen de niño, esos ojazos ávidos, la cara recién lavada, un diente partido, requetepeinado por mi madre.
Asciendo la corriente con la mirada desde lo alto de la pasarela , y hay un chaval entre largos meandros y aguas algo sucias , empantanadas por la adolescencia, días de pan de rana , cuando no hacía más que mirarme continuamente en el reflejo de las aguas, como un Narciso , intentando reconocerme.
Y llegan los días de corrientes y aguas bravas, te afeitas la pelusilla, te cambia la voz, andas desgarbado, granos y cosas raras en la cara y en la imaginación, horas en el cuarto de baño.
El río de Heráclito discurre sobre tu piel, te bañas desnudo, sientes el salto de una cascada sobre una carne sudorosa que desprende tu aroma , joven, frescura de juventud...amor,sexo, confusión,miedo, conciencia atormentada, pecado y santidad.
Cada vez que vuelves a mirarte en esas fotos entiendes que el tiempo sólo es un cambio de apariencia. Y sientes el dibujo de tus arrugas, esos kilos de más, las ojeras marcadas . La expresión de los ojos tampoco es la misma.
Bajo del puente y vuelvo al río.
No sé en qué orilla paré a descansar y alguien me habló de Dios, y del pecado, otros, río arriba ,me hablaron de entregarme, y después me profetizaron que todas mis aguas estaban envenenadas, que nadie podría beber nunca más de mi sin quedar infectado para siempre.
No lo sé. Pero miro esas fotos de mi vida ,y pienso que no fui mala persona que , aunque cometí todos los pecados , no andaba lejos de la ingenuidad y de la inocencia. Sí, fui a las piedras muchas veces,y caí por cataratas que no supe encauzar.
Es mi río, como tú haces el tuyo. Y todos con un cauce imprevisible. Unos largos, sinuosos, maravillosamente tranquilos.Otros muy cortos,pero de una virulencia y fertilidad asombrosa. En fin, cada uno tiene su cauce ,su caudal, su recorrido.
No te preocupes por nada: hay quien su río lleva poca agua ,vive en la esterilidad de los climas secos, y quien lo tiene helado más de la mitad de sus días...pero eso no es culpa de nadie.
Al final , todos vamos al mismo Océano.
Para Jaume Rucabado ,un hombre con cáncer terminal que se soñaba inmerso en esas aguas, ese océano era el Corazón Misericordioso de Dios.
Para mi también.
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