Entro a desayunar en un bareto y , asombrado, observo que está decorado de antiguallas: radios antiguas, una máquina de coser Singer, latas grandes de Colacao...
Y como a Proust y su magdalena encuentro una cantimplora que abre la puerta de mi corazón, y el final de mi infancia.
¡Esos madrugones con mi padre para ir a andar!: el tazón de leche caliente con trozos de galleta que untaba en la densidad color barro hasta que casi caía al suelo en el vuelo de la taza a la boca.
Mi padre ya tenía preparada la mochila con el pan, alguna lata de sardinas, naranjas, o pera, la bota de vino. También había embadurnado de sebo las botas, preparada la boina, y liado su cigarrillo.
Salíamos de noche. ¡Qué recuerdos de esos amaneceres que parecía que Dios iba encendiendo el pábilo rosáceo de las cimas del valle de Pineta !
Todas las cantimploras eran iguales: hechas de metal estaño y cubiertas de fieltro marrón oscuro, plana por un lado, abombada por el otro, y un tapón enroscable que se sujetaba al recipiente por una cadena que podías enganchar al cinturón.
¡Qué ilusión me hacía calzarme las Chirucas y echar a andar detrás de la trazada de mi padre y sentirme un aventurero!
"Yo sé que existo
porque tú me imaginas"...escribió Ángel González.
Si alguien entrase en esa cafetería vería un niño con los pies colgando y la sombra de mi padre abrazándome.
-------------------------------
EN LO SECRETO: LEYENDAS.
La cita poética que traes a colación, como Proust y su magdalena, me ha traído el recuerdo de un viejo conocido... de Alex González (al igual que Ángel González, todo un poete) que recita los versos como a nadie le he escuchado... encarnándolos, haciéndolos vida. Desde aquí, mi pequeño homenaje a este viejo conocido.
ResponderEliminarMe uno a ese homenaje, un gran tipo, poeta, rapsoda.
ResponderEliminar