Este tiempo desde que regresé de Guatemala me han sucedido experiencias maravillosas.
Una fue dejar Serunión.
Otra, que no se hubiese dado sin la anterior, es haber retomado relación con antiguos alumnos de mis años en Viaró.
Encuentro esos hombres y nos vamos a comer y echar un recuerdo al pasado. Nos subimos al puente del río de nuestra vida y miramos hacia atrás.
Curioso : esos rostros adultos me dejan adivinar al niño, al adolescente y al joven que llevan dentro todavía. Los reconozco . Y tanto ellos como yo nos conocemos muy bien: el que nos ha amado de pequeños sabe mejor que nadie de qué pasta estamos hechos.
Los puedo imaginar uno debajo del otro, como sucede con las muñecas rusas. Hablo con Álvaro , con su barba de días, su pelo rubio más o menos engominado, y veo al chaval, al niño que conocí .
El niño, el adolescente y el joven, que duermen superpuestos en nuestro interior. Un día, el efecto de la muñeca rusa vuelve a funcionar, aunque en sentido contrario.
Y así me sucede cada vez que quedo con alguno de ellos. Me ven mayor. Alguno hasta le cuesta reconocerme. En el rostro de Suso comienzan a ver el anciano que ya llevo en mi interior. Parece que me imaginan con 60, 70, 80 años .
Si me apuran,y porque no lo pregunto, alguno vislumbra mi fiambre dentro de un ataúd con las manos atadas con un rosario de cuentas.
Si me apuran,y porque no lo pregunto, alguno vislumbra mi fiambre dentro de un ataúd con las manos atadas con un rosario de cuentas.
Esto me sucede también con otras cosas.
En el interior de algunas grandes empresarios ,si te fijas un poco, ves todavía el lejano perfil del crío mimado, del chaval repeinado y empollón, del máster por el IESE con su fotografía , todo chulo y peripuesto.
No diré nombres, pero en Serunión , en el comité directivo, alguno de esos hombretones conocí. Los típicos que de críos les daban collejas los pequeños, los de su curso , y los mayores.
De pronto cambia la fase y en la cara de este ser inofensivo se instala la silueta inconfundible del venado de cuernos de ocho puntas , el puto amo de la manada, el que berrea hasta estremecer el valle y quienes lo habitan.
Y así permanece por un tiempo hasta que esta figura atroz va tomando lentamente el diseño de un honorable caballero, de un anciano patriarca, de un benefactor de la patria.
Pero sigue siendo el mismo hijo de la gran puta que fue, aunque inspira ternura.
Nuestra muñeca rusa puede desarrollar también los momentos más bellos del pasado y todos los retos del futuro. El niño de oro que al madurar obligaba a los chicas a volver la cabeza suspirando será una abuelete majete y bonachón rodeado de nietos.
La niña que saltaba la comba en el patio de su casa se convertirá en un bellezón que hasta los perros y los gatos se den la vuelta para verla, en una anciana de pómulos rosas mañana.
Dentro de las muñecas rusas está todo: el David que un día mató a Goliat , el cobarde que se avergonzó de su pasado y anda dando tumbos por la vida, el aventurero que nunca salió de la falda de la mesa camilla de casa.
O yo...que estoy a medio cocer aún.
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