Al final resulta que el Universo son piedros y más piedros , incandescentes algunos, otros fríos y oscuros , planetas vacíos, moles vastísimas , lluvias de asteroides . Todos en órbitas obsesivas sin abandonar jamás el mismo carril. Total nada.
Las distancias son sobrecogedoras, y las profecías aterradoras. Estamos pendientes de profecías que amenazan nuestro futuro.
Pero no, estamos solos. Nos rodea un inmenso cementerio de piedra pómez,un atrezo grandísimo y desolado. Nada allá arriba produce la más mínima emoción.
Tal vez se cuenten por millones los mundos habitados y estén debidamente empadronados por esos astrónomos que nos hablan como si fuésemos niños. Y, como aquí, andan a usties, con sus religiones, sus pecados, banderas, escudos ,
¿Habrá redención en otros planetas?. ¿Quién fue el enviado , y en qué forma?: ¿un Jesucristo de orejas puntiagudas , ¿ san José era un reptiliano con ojos de mosca?...
O quizás sus Adán y Eva , en forma de E.T. superaron la tentación de Lucifer en versión Cocoon y son inmortales.
Si existe un número infinito de planetas tan aburrido como éste , pues vaya mierda.
El hombre tiene un cactus de peyote dentro del cerebro y toda esa carpa que nos cubre nos hace sentir muy pequeños. De eso nos viene el gran complejo de inferioridad. Cuando se descubra el truco, se verá una de dos cosas: que el universo no es más que un entramado ,un embrollo de nada combinado por el azar.
O que Alguien está en el centro de todo este tinglado: que en Él nos movemos, existimos, y somos.
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AQUÍ: EN LO SECRETO: ANTROPOLOGÍA DE LAS REUNIONES.
EL ARTE DE NAVEGAR ENTRE LOS ASTROS.
ResponderEliminarConferencia de Pedro Duque, astronauta español, en la Universidad Politécnica de Madrid.
Escucho una compleja disertación sobre la técnica empleada por los humanos para navegar por el sistema solar. Una especie de partida de billar, donde las bolas son los astros, el tapete el espacio, las naves espaciales la bola negra y las leyes de la mecánica la explicación al movimiento.
Salgo al aparcamiento y me encuentro al conferenciante con una rueda pinchada. Le ayudo a cambiarla. Acabamos los dos con las manos llenas de grasa.
Le pregunto cómo se ve la Tierra desde el espacio.
Se le iluminan los ojos.
Y me cuenta el momento más feliz de su vida.
A trescientos cincuenta kilómetros de altura. Orbitando. Escuchando a Vivaldi.
Me dice que la Tierra se ve como una burbuja azul que flota en el cosmos. Que el agua domina el conjunto. Que la desembocadura del Nilo es un cuadro impresionista. La costa este americana por la noche , un baile de luciérnagas. El Mediterráneo, verde y azul a la vez. Los Alpes reflejan luz. Arabia una manta amarilla con motas verdes. Amazonia un estallido.
Y no hay fronteras.…
Apretamos la última tuerca.
Pedro se marcha a su casa, feliz con sus recuerdos.
Yo me quedo mirando hacia arriba.
Sin tener ni zorra idea.