En su tiempo fue pintor que gozó de alta estima en los círculos de su ciudad, todo hombre pudiente quería una obra suya.
“Naturaleza muerta con brida” ha llegado a nosotros gracias a la tapa de un tonel, ignota durante muchísimos años y conservada adecuadamente gracias a esta circunstancia.
No hay mal que por bien no venga. Claro, a quienes algo nos importa. Me llama la atención el instinto de Herbert, quien, según nos cuenta él mismo, se topó con esta fantástica pintura en el Rijksmuseum de Ámsterdam. Una extraña emanación surgió del contacto con aquella tapa de barril y él supo que escondía algo realmente maravilloso.
Indagó, buscó, recabó toda la información que pudo y reconstruyó las peripecias de este misterioso artista. Al fin y al cabo, y todavía hoy, sigue siendo más una incógnita que una certeza, pero la vida de Jan Simonz van de Beeck es absolutamente fascinante.
Nuestro poeta se ha encargado de hacerlo visible y de enseñárnoslo a la luz del ahora, no del ayer, que es lo que suele ocurrir con las historias impresas en manuales. Parece que la máxima aristotélica se cumple de nuevo. Sólo un poeta hubiera sido capaz de hacer presencia de la ausencia, desvelar con belleza la verdad y de hacerla digerible además de sugerente, como renacida.
Si de verdad queréis disfrutar , gozar, y descubrir un hallazgo, señoras y señores, aquí enlazo un fragmento de “Naturaleza muerta con brida”, aquí.
Seguro iréis a por el libro.
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AQUÍ: EN LO SECRETO:LA SILLA DE RUEDAS.
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