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lunes, 30 de noviembre de 2015

LA ISLA DEL TESORO.

Es una  experiencia  a  la que no me acostumbro. Un día cualquiera, después de  convivir  años  con esa  persona, se abre  el  armario  de la sala de estar y cae a peso y con gran estruendo  el cadáver   sobre la  mesa.

Resulta  que tenía  muchas  cuentas  pendientes y  asuntos  de  los que  mejor  no hablar.

Era  un hombre con una buena cabeza, un corazón generoso en  el pecho. El cinturón le dividía  en dos mitades: en la parte  superior  esa  persona  guiaba el caballo de la razón, del  coraje, de la belleza, de  los sentimientos nobles. Era un  modelo de caballero.En esa solapa se  cuelgan  las  condecoraciones, los honores...

Pero, ¡ay!, debajo del cinturón  la cosa  comienza a emborronarse, a revolverse: allí   el cuerpo se divide  en dos, una  pierna, otra pierna, y el famoso arco del Triunfo. Y es allí donde  grandes  hombres  de la humanidad, reformadores, santos,  reyes, pierde  contacto con la torre de  control , que es el cerebro, y todas  las  creencias  desaparecen en medio de la galerna.

Hay  secretarias, azafatas, oficinistas  ambiciosas, tigresas  con cara de gatita inocente que conocen la clave secreta de  esa  caja de caudales que está debajo de la bragueta  del poderoso: un roce sin intención, un susurro  en el  oído y cae  rendido el banquero más  puritano, el juez honradísimo, el obispo más piadoso , para  obligarlos uno tras otro a  ponerse a cuatro patas, con una correa al cuello y que ladren a  sus pies.

Lo que ella  quiera.

O ese cadáver que cae a  plomo sobre la mesa  resulta que lleva en los bolsillos un fajazo de billetes que un  ricachón  le puso  en los  bolsillos.

La  bomba es cuando el cadáver  reúne   la  perdición   absoluta, lo que nadie esperaba de un hombre  así: la  lascivia   y  la  avaricia  se dan la  mano a través de  la  bragueta  .

Alguien metió mano en  los bolsillos  del baúl del pirata  y resulta  que el tesoro es  una negra zumbona  con  la que  nuestro hombre , como  Silver, el pirata cojo  de la Isla del tesoro,   se largó para siempre.

Termina la novela de Stevenson  diciendo : "aquel formidable navegante con una sola pierna ha desaparecido de mi vida; supongo que se reuniría con su vieja negra y que vivirá todavía, satisfecho, junto a ella y al Capitán Flint. Y ojalá así sea, porque sus posibilidades de gozo en el otro mundo son harto escasas".



EN LO SECRETO: EL SÍNDROME DE STENHDAL

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