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sábado, 7 de noviembre de 2015

UNA HISTORIA REAL.

Cuando ella se casó con él, el hombre aún estaba vivo, así que no pueden acusarla de profanación de cadáver.“Me gustaría saber tu secreto para conservarte tan viejo”, le dijo, y eso a él le pareció encantador.

Les separaban un futimén de años pero vivían en el mismo siglo. Él le hablaba de cuando conoció a Franco. Pero, en fin, si el soldado Pierre Bouchard descubrió la piedra de Rosetta , ¿por qué no iba ella a descubrir a alguien nacido unos años más tarde que Amenofis.

Supongo que no fue nada carnal. La carne sólo une a los animales, pero lo cierto es que le enamoró. Se hicieron amantes , fueron felices, y ella se acostumbró a esos gases que él expelía al viento imperio, con un espesor y una densidad, que blasfemaban hasta las sábanas.

Ella se acostumbró a esas arrugas borbónicas  y acartonadas, al rictus de esos labios que tocaban a muerto , y que le daba ese aspecto tan…tan…que cuando él pedía un taxi por teléfono le mandaban un coche de pompas fúnebres.

Los programas más obscenos de nuestra televisión tertuliarán sobre si es amor, o interés, de si habrá sexo, y sacarán sus hocicos Jorgejaverianos a oler la bragueta del monarca campechano… no parece descabellado pensar que Juan Carlos  lleve ahorcado entre las piernas un congrio caducado de Pescanova. ¿Y a quien le importa eso?

Morirá, y ella le despedirá con un beso en la cabecera de la cama…don Juan Carlos  estará tan mal que no se percatará que el ósculo había sido dado en el estuco de madera. Y él le dará las gracias por esos meses juntos.

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