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domingo, 22 de noviembre de 2015

MIEDO AL RIDÍCULO Y MIEDO AL RECHAZO.

En mi vida hay dos  experiencias que se han repetido desde que soy muy pequeño: el ridículo, y el rechazo.

Mi padre , que era un un hombre tímido, de orden, nada dado a llamar la atención, viendo el carrerón  que llevaba me aconsejaba : "hijo, ten miedo al ridículo". Sufría, el tío.

El problema está cuando has hecho tanto el ridículo - y puedo asegurar que   lo  mío era profesional-  , que llega un momento que no sabes que eso es hacer el ridículo. Lo mismo que un pez no sabe que el agua moja.

Y pierdes el miedo a hacer el ridículo. Y eso es muy bueno.

Un día llegué a casa dela mano de un municipal. Yo tendría 10 años.  El municipal, que sí tenia miedo a hacer el ridículo, preguntó por mi padre. Al hombre le daba vergüenza decir a una señora la falta de su hijo.

Llegó mi padre:

- Su hijo se ha subido a la estatua de Agustina de Aragón y le ha tocado los pechos  a la heroína.

Yo puse cara de "cavar no puedo, mendigar me da vergüenza".

Mi padre no sabía donde meterse.

A base de tocar tetas a estatuas, y no estatuas, de Agustinas  Aragonesas dejé de tener  miedo al ridículo: ciego de miedos al ridículo.

Derivada  de esa falta de miedo al ridículo se generó a mi alrededor  el "miedo al rechazo". La gente no me entendía, así que amenazaban con rechazarme  . Porque no estamos educados a convivir con gente como yo que va tocando tetas a estatuas.

Las mamás decían "no vayas con Suso, está como una puta cabra", o , " ¡o no me hables de ese hombre!".

Sea como fuese aprendí dos cosas: el ridículo no existe, y el miedo al rechazo  tampoco. Las dos cosas son decisiones personales, así que decide que nada de eso te incumba.



1 comentario:

  1. ¿Cuantas veces Suso? Al fin y al cabo y aůn en estatua atrayendo hombres como en su ępoca en los Madriles
    Llevo un buen rato riendome, y eso es bueno

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