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lunes, 9 de noviembre de 2015

LA VIOLENCIA

La violencia es fascinante. Nos gusta que nos provoquen mostrándonos personas en estados excesivos y dejándose llevar del furor de sus pasiones.

La figura de un Borbón envejecido y rijoso en brazos de amantes rubias y pijas que se nos muestran con pulseras de millones de leuros, o de un Urdanga que no es más que un vulgar chorizo que no duda en robar   simulando sentimientos altruistas, o de un Bárcenas estafador, o Garzón junto a la Krisner, babeando en botox, o Camps recibiendo piropos obscenos de Correa…todo tiene algo de esa violencia.

Todas las grandes novelas hablan de lo mismo: sexo, amor, muerte, celos, violencia, venganzas, traiciones…y cuando la realidad supera la ficción, nos fascina más. Un Juan Carlos como el rey Balduino es un coñazo. Nos gusta ver a nuestro rey a calzón quitado, como un Enrique VIII de medio pelo buscando donde meter la pilila en Bostwana.

El otro día me comentaron de un conocido que se había separado. Es el caso de la típica persona que por nada del mundo imaginarías que se iba a separar. “Éste no. Imposible”. Nadie hubiese apostado por ello. Y eso , precisamente, le daba un algo violento a su caso: cuatro hijos, buena persona, hombre ejemplar, sembrador de paz y de alegría…y , derrepenete, depronoto, se lía con una señora, también separada, con dos hijos.

Hay algo violento en esos casos donde no esperas que en ese paisaje puedan aparecer trazos que rompen toda la armonía que se nos mostraba.
Sin embargo, es muy probable que aquel hombre, todo mansedumbre, llevase muchos años soportando esa violencia de una manera interior, que al final ha explotado saliendo por alguna fisura, rompiendo con todo, como un volcán a presión…el tiempo nos dará razón de su decisión.

Yo, de momento, me pongo a su lado, pues esa violencia me resulta tan extraña, como a él mismo.

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